sábado, 19 de mayo de 2007

Las cebollas molan y los champús testados científicamente no (o el por qué ser raro es lo mejor)


- Estoy hasta la 4uihe#eujbn de que me llames raro.


- Joder, si raro mola.


- No, raro no mola. Raro es... raro.


- Sí lo hace. Ser raro está bien; ¡qué coño! Ser raro es lo mejor.


- Estás rara...


- No, soy rara.




Que sí, que ser (ser, que no estar) raro es totalmente positivo. Es lo más positivo que pueden decirte en tu vida (o al menos en la mía).


No hay una explicación científica que lo determine; no, no hablamos de un champú testado ni mucho menos. Es fácil y sencillo como abrir una cebolla y analizarla capa a capa. ¿Cuántas cebollas puedes encontrar iguales? ¿Cuántos champús puedes encontrar iguales?


Todos sabemos que las cebollas te hacen llorar. Un llanto que tú solito te has ganado. Un llanto que te pone cachonda.


Los champús son todos iguales. Baja a Mercadona (Mercadona en el fondo mola, pero no es raro. ¡Cachis!) y mira los champús. Puedes encontrar 50 iguales. Cebollas no. Las cebollas son diferentes y raras. Las cebollas molan. Los champús no.


#Abrirla: abrir una cebolla es como reconocer a un raro. Parece fácil, pero las cebollas tienen capas (muchas capas). Pero si coges una cebolla en Valencia no verás 50 cebollas iguales. Algo, aunque sea un detalle insignificante, la hará diferente.


#Pelarla: al principio verás que es algo normal. ¡Pelar una cebolla! Fácil y eficaz digno de anuncio de detergente. Cada capa te gusta más. En cada capa encuentras fibritas de esas verde chillón. El verde chillón es raro y mola. Todo en las cebollas mola. Le vas cogiendo el gustillo y cuando más cerca estás de las lágrimas, más pelas. Puta adicción.


#Llanto: acabarás llorando. Los raros te hacen llorar. Pero los raros dejan huella. No se sabe por qué te hacen llorar, quizás porque sepas que nunca más vas a encontrar una cebolla igual y que los demás serán meros champús Hacendado.


Champús hijos de perra, quiero llorar con cebollas, ya tendré tiempo de llorar por mis punta abiertas.

domingo, 6 de mayo de 2007

"Oremos"


“-La pérdida de nuestra hermana entristece y ensombrece nuestro corazones, pero nos da a la vez más motivos de alegría, pues sabemos que ella ya reunió al padre, y su alma vive en un lugar sin sufrimiento, pena o dolor. Por otro lado, este terrible suceso fortalece nuestras creencias y nuestra fe, y nos hace esperar con más ansias que nunca la llegada de Dios, padre todopoderoso, y su hijo Jesucristo, el Salvador, para que limpien nuestros pecados y nos lleven a la vida eterna, junto a la paz que les rodea.
-Amén”.

28 de abril.
17h26.
Lloro, y lloro, y lloro..
Un señor vestido con una larga túnica blanca levanta las manos y me pide que oremos.
Yo, en un gesto más bien hipócrita, me levanto del banco de madera y recito, o al menos lo imito. Palabras supuestamente destinadas a reconfortarnos.
Lo que él no sabe, es que a mí poco me importa que ella ya haya reunido al padre y esté en un lugar mejor, o que ésto sirva para que espere con más ansia la vida eterna; porque yo no quiero ni vida eterna, ni fe, ni nada. Yo no quiero absolutamente nada.
Y es que, ¿qué consuelo nos queda cuando llegamos al punto en el que las únicas palabras de alivio son las de un cura que promulga la creencia de algo que, para muchos, no existe?
Si para mí, después, no hay vida eterna en paz, entonces ¿qué hay?
¿O acaso no hay nada?